Por tu ausencia

Posted by ... | Posted in | Posted on 13.12.09

Algunos años han pasado ya,
y mi corazón no deja de llorar
por tu ausencia,
por tu ausencia

y no comprendo yo,
porqué te llevo Dios,
y te quitó de mi...

También te quiero yo,
sin ser tu creador,
lo fuiste para mi...







Enriqueta

Posted by ... | Posted in | Posted on 13.12.09

Estuvo parada sobre aquella mesa. De vez en cuando lo hacía para poder ver más alla de lo que su estatura le permitía. Tener 7 años no es cosa fácil y menos aún vivirlos dentro de un mundo hecho sólo para adultos.

Su madre, esperando al otro lado del living,con una cinta de cuero entre sus dedos le gritaba que eso servía para poner objetos encima y no para pisarla, que cuando baje iba a saber lo que pasa cuando alguien desobedece.

Mientras su madre gritaba, del otro lado Enriqueta miraba el techo. No entendía por qué debía esperar tanto tiempo para calzar dentro de este mundo. Porqué debía esperar tanto para poder respirar ese aire tan alto que respiran los adultos, para tener ese inconciente estado de libertad. Por qué ella no lo tenía.

Quiso encontrar las razones del gran abismo entre ambos mundos.

Sintió unos brazos rodear su cintura, sus pies alzarse sin piso en el aire y luego un fuerte dolor al aterrizar en el parquet. Sólo corrió. Corrió por el pasadizo hacia su cuarto. Tiró la puerta y se escondió, bajo su cama.

Jalaron sus piernas entre gritos y lloriqueos, sabía lo que venía. Dolor mucho dolor por no saber comprender, por no saber esperar, por no obedecer, por no estar dentro, donde debe estar.

Su padre, la cogió fuertemente de las piernas. Enriqueta, con la mirada hacia el parquet y su trasero hacia el techo, sentía en cada golpe un frío y leve destello de luces en la cara. No escuchaba las voces. Sólo el dolor y ese claro sonido del cuero sobre su piel.

Sólo lloró.


Posted by ... | Posted in | Posted on 11.12.09


En nuestras vidas americanas, donde no hay coacción a las costumbres y tenemos derecho a cambiar nuestra vocación con tanta frecuencia como se desee y sea posible, es una experiencia corriente que nuestra juventud se prolongue durante los primeros veintinueve años de vida y sólo al llegar a los treinta descubrimos, por fin, la vocación para la que nos sentimos capacitados y a la que voluntariamente dedicamos un esfuerzo constante.

Gertrude Stein, 1904.


en un sábado cualquiera

Posted by ... | Posted in | Posted on 5.12.09

El edificio que están construyendo frente a mi casa tapa toda la puesta del sol. Ahora que Lima esta medio loca con el clima y que al sol se le apetece salir de cuando en vez, ya no puedo verlo partir. El año pasado, podía ver la acuarela más espectacular en el cielo, pero ahora veo el bloque de cemento más ancho. Me llega. Así como me llegan los matris. Hoy tengo uno. Ayer hablando con una amia me dijo que ella no iba a matrimonios, que en toda su vida sólo había ido a dos, porque consideraba que su presencia debía justificarse sin compromisos. Me cago. Me cago porque todos los matrimonios a los que he ido han sido por compromiso, inclusive al que voy a ir hoy día. La única rebeldía que he podido hacer al respecto es no ponerme vestido (porque detesto los vestidos de matrimonios) e irme en pantalón. Por mí me iría con esa falda que me acabo de comprar, pero me parece que la tela de pareo no es como para matrimonios. Así me sentiría más cómoda. Pero no, porque todo son reglas y juicios. Me llega.
Ayer me fuí hacer un disque recorrido pisquero por Lima Centro. A las finales terminó siendo un recorrido cervecero con su pollo Rocky's incluido. Que rico. Aún me quedan las papas fritas en la refri. También hay mayonesa y ají por montones.
Hoy almorcé pollo a la brasa del Pardo's. Es rico pero ya no me afana mucho estar comiendo tanto pollo, aunque fácil me salen plumas y así la fragilidad volaría, si es así también me como las papas porque un pollo sin papas no es pollo. Solo faltaría que mi telencéfalo altamente desarrollado y mi pulgar oponible se obstruyan para ser un animal. Un gato. Así podría salir por las noches, recorrer los tejados y luego volver a mi casa, meterme por la ventana, con mis patitas suavecitas y peluditas. Caminaría por el borde y saltaría hacia mi cama, en donde me esperarían unas ricas almohadas, un colchón bastante suave por el tiempo y unas maravillosas sábanas blancas, que por cierto mañana tengo que lavar porque ya no están tan blancas. Así como mi alfombra naranja que ya agarró un color medio grisáceo. Ches, tengo que hacer un montón de cosas en mi casa. Como poner un librero, conseguirme un perchero y un alacena para mis platos que, desde que llegué, están dentro de la zapatera de la mesa de noche mi abuela que heredé, bueno me la cogí nomás.

Vuelvo a mirar el sol y vuelvo a mirar ese bloque de cemento con color cemento que me hace sentir más cemento. Lo odio. Odio los edifcios. De niña viví en uno. En un quinto piso con un panal de abejas en el techo y cada ves que salía la reyna abeja, todas las demás salían para cuidarla. Fui picada varias veces, pero era alucinante ver ese enjambre nebuloso rodear mi ventana. Mi niñez fue bonita. Mi adultez no tanto. Antes romper un vaso era lo peor que me podía pasar en el día, ahora no saber que hacer es lo peor que me puede pasar en la vida.

Ahora me voy. Me voy a bañar con mi cara de poto. Renegando y subiendo todo el volumen a Presos de nuestra Libertad, mientras mi pantalón se arruga y mi blusa verde, esa que me gusta tanto, me espera.

Chao