Hoy escribo con rabia. No porque me hayan herido el corazón, pero sí el ego. De ti no esperé nunca nada, pero tampoco esperé esto, y si bien ya todo esta dicho y por fin la máscara se disolvió, igual me duele haber estado en casa de pirañas.

Yo sí juego, pero un mínimo de respeto es lo que valemos todos los seres humanos, por más que no lo parezcamos. Definamos lo que somos, nos guste o no siempre debemos serlo. No es una rabieta más, no. Y sí creo que en algún momento valiste la pena como para escribirte y dedicarte algunos minutos de mi día.

A mi también me importa un pito lo que hagas o dejes de hacer, también pienso con la cabeza caliente y también hago “de todo” por lo que “me encanta”, pero jamás puse cabe a las personas de mi costado. Eso, no se hace mi estimado, simplemente, no se hace.

Yo sé que lo verás mal, pero no olvides que hablamos el mismo idioma, no olvides eso.

Ahora puedes saber, no sé si con claridad, pero al menos lo intuyes porqué algunos puntos se alejan del camino. No creo estar cerca como para tomarme la molestia de hacerlo, yo estoy al lado, pero tus roches ya no son bienvenidos.

Y así se terminan estas pocas letras que han nacido de la rabia. Sí, por qué no decirlo, de la rabia. Por que hoy, comprenderás, no es una buena mañana. Así que te dejo con esa sonrisa en la pantalla, tu perfume al lado y con un polo que, me imagino, lo darás por perdido.