Ayer, regresándome de Trujillo, me senté en el último asiento del bus. NUNCA SE SIENTEN AHÍ, ¡es el peor asiento!

No puedes recostar tu asiento hacia atrás; estarás, durante todo el camino, erguida como en un permanente estado de atención; no puedes estirar tus piernas ya que estás a un escalón de los demás asientos y tus pies quedan colgando. Si quieres hacerlo (estirar tus piernas) tienes que chorrearte en todo el asiento, poner tu cabeza donde debería ir tu tronco, tu trasero al borde del asiento y por fin lograr estirar tus piernas tocando los pies el suelo. Lo mejor de todo es que debajo de tu lindo asiento - ¡por el que pagaste S/. 56 soles! - esta la llantasa del bus!!! Claro que si horas antes de partir, te has empujado un par de anticuchos donde la tía grasita, te cagaste porque aquéllos pequeños saltitos que produce la llanta del bus revolverán tu estómago y te provocaran unas náuseas asquerosas, llenándote de saliva la boca y desesperándote al punto de empujarte una pastilla para dormir (¿era para dormir?) lo que dará como resultado un estado de laxitud brutal, tanto que al llegar a Lima no podrás despertar y la gente se asustará al pensar que estas muerta, llorarán al lado tuyo y despertarás en la camilla de un hospital asustada sin reconocer a nadie, sin reconocerte a ti misma…

Por eso, nunca viajen en el último asiento de un bus interprovincial, y si lo hacen, no paguen más de 15 soles y no ingieran ninguna pastilla que no hayan tomado antes.