en una discoteca miraflorina

Posted by ... | Posted in | Posted on 7.2.09

Es increíble como las personas pueden acomodarse en espacios tan reducidos y, sobretodo, en espacios con tan poco oxígeno. Ayer me preguntaba eso mientras un chico, muy alto y gordo, me apretaba con su trasero hacia la barra de aquella discoteca en la que caí. Mientras trataba de respirar el poco de oxigeno que dejaban las 300 personas que compartían conmigo aquel lugarcito recién inaugurado, empezó a salir un humo blanco, tan blanco, que no me dejó ver absolutamente nada. Sentí mucho miedo y automáticamente tomé la mano de mi amigo para no sentirme perdida en aquella momentánea ceguera blanca en la que estuvimos por 1 o 2 minutos.

¿Qué de divertido puede tener, estar en un lugar en el que no puedes moverte, respirar, hablar, caminar, ver? Lamentablemente, ninguna de las 300 personas que estaban bailando, cantando, saltando y gritando al lado mío, se preguntó eso. La música no dejaba ningún momento para escucharse, y cada nueva canción que sonaba, el griterío aumentaba y la masa eufórica movía sus alas y me apretaba fuertemente contra la barra.

“si algo falla, todos nos quedamos adentro” – me dijeron.

Ese comentario produjo la partida inmediata. Empujándonos unos a otros, abriéndonos camino, nos pararon bruscamente gritándonos “!Cuidado, se te va a caer el techo!”

El falso techo de la discoteca recién inaugurada se estaba cayendo y, debajo de ella, un círculo de personas miraba detenidamente cada movimiento de la blanca placa que se balanceaba. Teníamos dos opciones, quedarnos a esperar que caiga el techo y sabe dios cuantas cosas más detrás de ello, o salir corriendo antes que todo se cayera. Optamos razonablemente. Salimos corriendo.

Ya en la calle, respirando el contaminado pero fresco aire miraflorino, caminamos y caminamos hasta cansarnos. Una buena botella de pisco y una chapita dorada nos acompañó. La mejor cura para el dolor de garganta.

Quizás las personas que se quedaron, se divirtieron mucho. Yo nunca llegué a entender en donde estaba esa diversión apretada, sudorosa, chillona y asfixiante.

Puede ser la edad la que me haga opinar así, la que me haga preferir un lugar mas tranquilo, sin mucha bulla, pero escuchando lo que se habla al fin y al cabo.

Así estamos este 2009.

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