Ya guardé todo.

Ya aprendí que la soledad se lleva más fácil cuando la preparación se hace con dignidad. Aprendí que la amplitud del espacio no tiene que ser ahora, que la libertad no esta en la calle, en el bar, en los amigos, en la hierba ni en el alcohol. Ya sé que las poses no sirven para ser uno. Los grandes deseos no siempre suelen ser más, los menores, los más chiquitos suelen ser mejores. Me enseñaron que la paz llega cuando aceptas tus interiores, me recordaron que la belleza esta en las caricias eternas, que los sueños cuestan cumplirlos, que el riesgo hay que saber tomarlo. Me dijeron que las oportunidades llegan una sola vez y que no se repiten jamás – eso me da pena. Me mostraron que el tiempo suele engrandecer a las personas, pero suele matar a otras.

Guardé las sábanas usadas, manchadas; los vinos y sus corchos, las colillas quemadas, las cartas jamás enviadas, los cuentos nunca acabados, los libros que no me gustaron, el título que nunca será enmarcado y el sueño que nunca cumplí.

Me llevo todo lo demás.