chocolatin

Posted by ... | Posted in | Posted on 7.9.08

Hace mucho yo estuve templada hasta los huesos de un chico trujillano. Yo siempre me creí ENAMORADA de él pero luego me di cuenta que fue sólo un capricho, ¿una obsesión? Que se yo. Pero cuando pisaba tierra trujillana, mi piel se erizaba, mi corazón explotaba y lo único que quería era verlo. Recuerdo que al llegar a Trujillo y, luego de tomar desayuno en casa de mi mejor amiga, lo primero que quería hacer era caminar por su vereda con la esperanza que él saliera a la tienda o que se asomara por la ventana; y cuando no sucedía eso simplemente tocaba su puerta, preguntaba por él y conversábamos. Así estuve durante 7 años. Siete añazos en los que pensé que jamás un hombre me podría atraer tanto como él y en los que también creí que jamás iba a encontrar un hombre mejor que él. Lo nuestro parecía algo interminable, no respetábamos nada ni mucho menos a nadie. Si él o yo tenia pareja no lo tomábamos en cuenta (más de uno fue vilmente adornado, sí lo sé, estuvo mal, pero no sé que me pasaba, ¡se los juro!) En realidad no me quitaba el sueño pero cada vez que regresaba de Trujillo, el recuerdo duraba aproximadamente una semana, y durante esa semana yo andaba estúpidamente sonámbula, pero luego se me pasaba y retomaba mis andanzas. La verdad, no sé porque me pegué tanto a él.

Cuando lo increíble sucedió – o sea cuando abrí los ojos y me di cuenta que en realidad no me atraía – fue bien doloroso. Yo me puse a temblar y a llorar, él me abrazó preguntándome que me pasaba pero yo no podía responderle. Fue bien extraño como sucedió. Lo peor fue como terminó: lo invité a que se retirara de mi casa. Él sólo me miro, no me preguntó nada y se retiro. Eso aprendí de él. Sus miradas decían mucho, o al menos yo las entendía sin necesidad de pronunciar nada. Se podría decir, románticamente, que nuestros silencios eran nuestras mejores conversaciones.

Lo doloroso vino cuando me puse a pensar en todos esos siete años. Siete años pensando en una sola persona, pensando y creyendo estar enamorada o al menos estar ligada a una persona que conocía desde hace mucho, desde adolescentes.

Cuando se fue de mi casa, esos siete años se me vinieron encima. Me arrepentí de todo lo que había hecho y me di cuenta que nunca había estado enamorada ni de él ni de nadie, de ninguna de mis antiguas relaciones. ¡Que mal! Sentí un vacío inmensamente hondo. Las relaciones que tuve durante esos siete años, que fueron pocas, fueron lindas pero cuando terminaban, y yo me sentía fatalmente destrozada, el remedio era viajar a Trujillo, zambullirme en el maravilloso recuerdo de la adolescencia y luego regresar a Lima sin pensamientos. Pero aquél día me di cuenta que no era amor lo que había sentido y que, ahora, no quedaba ni una pequeña atracción. Ya no tenía escapatoria, tuve que aceptar que nunca había estado enamorada y eso no es bonito para nadie.

Ahora somos amigos, cuando llega a Lima siempre me llama (yo no hago lo mismo cuando voy a Trujillo) y almorzamos, actualizamos nuestras vidas y luego nos despedimos con un fuerte abrazo, besito en la mejilla y un “hablamos”.

Hay días como hoy que recuerdo cómo pensaba en aquellos siete años y me pongo bien nostálgica; maldigo aquél día que vi la realidad, mi realidad, y quiero regresar a esos siete años en donde soñaba con él y en los que pensaba que existía una persona a la nunca dejaría de querer.

Comments Posted (0)