un fin largo en casa

Posted by ... | Posted in , , | Posted on 29.7.08

Los fines de semana largos no me gustan, menos aún los feriados o los días festivos. Desde muy pequeña la navidad era una fiesta de alegría, de espera de los regalos, de espera de la cena navideña. Recuerdo que tenía que esperar hasta las 12 para poder comer. Como muchos de los niños, no tuve muchos regalos en navidad. Quizás esa melancolía me viene de la interminable espera, que siempre terminaba el 6 de enero, “bajada de reyes”, donde muy temprano, por la mañana, a veces encontraba a los pies del nacimiento, un regalito, por minúsculo que fuera. Muchas veces no encontraba nada y sólo veía a mi mamá cruzando la sala, con un paño en la mano, dispuesta a lustrar el piso. No quiero causar pena ni tristeza, pero la realidad del país en aquéllas épocas, también me llevó con ella. Y creo que parte de esa tristeza que tengo por la navidad, alcanzó al año nuevo. Yo siempre quería hacer un muñeco y quemarlo en la esquina de mi edificio, pero no sé porque mi papá no quería. Eso me daba cólera, y mientras los demás bailaban, yo me quedaba dormida escuchando aquéllas clásicas canciones de año nuevo. Luego ya crecidita, la semana santa siempre me aturdió, las fiestas patrias me molestaban, aquellos fines largos donde el gobierno de turno decretaba feriado para incrementar el turismo interno me presionaban, y finalmente, mi cumpleaños era la hecatombe.

Ya de más grande entendí porque me fastidiaba tanto todas esas fiestas. Y es que el deber de diversión me genera mucha presión. La obligación de estar feliz y divertida me genera mucho miedo. Obviamente no siempre tenemos que estar felices en esas fechas, tenemos el chance de estar tristes o aburridos o simplemente durmiendo todos los dias hasta muy tarde.

La presión social abrume, la televisión incita a la diversión, la publicidad vende caras felices, familias unidas, guapos con guapas, y hasta te obliga a generar esos ambientes. Es muy fastidioso salir y ver a 10 mil personas alrededor tuyo, hablando de lo mismo.

Genera desagrado cuando no puedes caminar porque hay tanta gente que no te permite avanzar al paso que deseas. Por eso, los fines de semana largos, suelo escapar de toda esta falsa realidad, suelo viajar a lugares donde celebren las fiestas, porque realmente creen en ellas, donde los ojos sean transparentes y se impongan frente a tanta urbanidad marketeada.

Pero cuando no tengo ningún plan de viajar, me pongo muy triste porque siento que la presión me alcanza, que el deber social me incita a estirar mis labios hacia los costados y mostrar mis dientes, en un acto hipócrita de felicidad. Sí lo sé, debería aprender a viajar sola, pero no olvidemos que las mujeres aún no podemos hacer todo lo que queremos.

No es que esté enojada con el mundo, no. Eso dejémoslo a los terceros, que lo dicen de la boca para afuera. A mi me gusta vivir, a mi me gusta mi mundo, día a día aprendo a vivir con él, pero a veces necesito un escape de todo.

Lo que trato de decir es que, llegado el fin largo sin salir de la capital, me genera mucha tristeza, tanta como permanecer en la cama hasta la 7:30pm, con las cortinas cerradas, sin ganas de cambiarme ni levantarme de la cama.

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